Web oficial de la Fundación de la Haptonomía - C.I.R.D.H. (Centro Internacional de Investigación y Desarrollo de la Haptonomía). CONTACTO

PARTO HAPTONÓMICO.

TESTIMONIO DE LA MADRE. EL PARTO: ESE GRAN MOMENTO

Las siguientes letras las escribí estando embarazada: Conocimos la Haptonomía en nuestra decimosexta semana de embarazo. Desde entonces vivimos este nuevo estado de una forma intensa que nos aporta enorme felicidad. Hemos podido canalizar nuestras ganas de saber... en todos los sentidos: necesitábamos saber con exactitud qué hacer desde el primer momento del embarazo para que el bebé se desarrolle bien en todos los sentidos, en el aspecto físico, en el psíquico y en el emocional.

La Haptonomía nos ha traído la emoción de estar en contacto con nuestro hijo desde el principio. Nuestro bebé siente la necesidad de saberse querido y acompañado, siente la necesidad de comunicarse con nosotros, al igual que nosotros con él y a través de este acompañamiento sabemos cómo hacerlo de la forma más conveniente, mediante sencillos ejercicios diarios que consisten, a grosso modo, en poner nuestras manos en la tripa y decirle al bebé que estamos con él, que le queremos y que siempre estaremos a su lado.

La Haptonomía es una actitud ante la vida, todo debemos hacerlo bajo la perspectiva del afecto.¡Todo!.

Ahora, tras la perspectiva de un tiempo tras el embarazo y el parto, he decidido contar mi experiencia, ésta tan maravillosa, con el fin de poder ayudar a otras parejas, a otros futuros papás y a sus hijos, porque tal vez tras leer nuestra vivencia se animen ellos a vivir la Haptonomía y toquen la felicidad, como nosotros la hemos rozado.

Nos aportó la tranquilidad de saber que gracias a la filosofía de la Haptonomía reflejada en la realización de los ejercicios diarios, nuestro bebé va a ser un bebé más equilibrado, más estable, más feliz, en el futuro: mejor persona; y que, además, en el momento de nacer va a conocer nuestras manos y va a saber que seguimos a su lado todos, le va a ayudar a afrontar ese tremendo momento del parto.

Inconsciente o inevitablemente, las mujeres sentimos toda la carga del bebé, de la maternidad y eso es agobiante. Ese agobio, esa preocupación porque todo esté bien y por hacerlo todo bien, sin quererlo se lo transmitimos a nuestro pequeño ser. Los maridos (ó los hombres ó los futuros papás) quieren hacer algo por nosotras y nuestra nueva situación, pero no saben bien cómo y a veces esa ignorancia puede convertirse en algo negativo para nosotras que estamos especialmente sensibles.

La Haptonomía cambia ese nerviosismo. Para mí como mujer porque me ayudó en la evolución de mi cuerpo: ensanchó mis huesos modificando su posición, mejorándola; evitó las varices, la ciática, el lumbago y demás "efectos secundarios" propios del embarazo. Emocionalmente me ayudó en todos los aspectos: 1.- Al hacer los ejercicios todos los días, impidió que me sintiera sola o con toda la carga, 2.- En cada ejercicio los dos, papá y mamá dábamos todo nuestro amor a nuestro bebé, a la vez sentíamos mucho amor del bebé hacia nosotros y también mucho amor entre nosotros: realmente el bebé es el diamante y nosotros la alianza; el lazo del amor estaba hecho y se reforzaba con cada ejercicio. Ese amor que le dábamos desde el exterior es el que le va a dar una gran estabilidad emocional, un lugar en la vida, en nuestras vidas, además de aportarle más personalidad e independencia. A los padres nos ayuda a comprender que es un ser independiente, con sus propias ideas. 3.- Yon, mi pareja, ya no era sólo "el acompañante", "la comparsa", "el que sufría mis dolores", Yon encontró su lugar tan importante como esencial en el camino de la vida, de nuestra nueva situación. 4.- Contactábamos con el bebé en cada ejercicio para ayudarle a  ser él mismo, a conocernos, a moverse hacia donde le invitábamos: a la derecha, a la izquierda, arriba, abajo: le preparábamos para el momento del parto.

Durante todo el embarazo nos hemos preparado para el gran momento del parto. Mis hermanas, amigas, conocidas, mi suegra, mi madre, ... todas ellas me hablaban de su parto; todas ellas comentaban  su preocupación por respirar bien para poder empujar y tener así un buen parto. Desde nuestro encuentro con la Haptonomía comprendí que nuestro parto no tendría nada que ver con el que me explicaban ellas, porque con la Haptonomía nos hemos preparado no sólo para dicho momento, sino para darle a nuestro bebé una gran estabilidad, amor y cariño antes y después (y durante su nacimiento).

Durante el embarazo ya he comentado que estaba muy tranquila porque Yon me daba el cariño y la atención necesaria, pero no sólo a mí, también a nuestro bebé.

Explicar nuestro parto... ¿Qué sentí?... Es indescriptible. Lo más GRANDE jamás vivido. Lo MÁS. Increíble. Maravilloso. Demasiado bonito para ser olvidado. Marca un antes y un después en la felicidad, antes pensaba que era feliz, ahora sé que lo soy.

Muchos meses de espera, de transmitir amor a nuestro bebé, de hablarle, de darle todo nuestro cariño, de hacer ejercicios todos los días los tres: mi marido, nuestro bebé y yo; y preparándonos para acompañar a nuestro bebé al gran momento de encontrarse con nosotros en la luz. Y en ese encuentro descubrir si es niño o niña, no antes, para quererle por ser bebé, no por nada más. Durante dichos meses la Haptonomía me dio la tranquilidad y la estabilidad necesarias para afrontar el embarazo y el parto, porque nos aportó el saber que nuestro bebé se sentía acompañado y querido en todo momento, en especial en ese difícil momento de la llegada al exterior. Y yo. Yo tampoco estaba sola, estaba acompañada por mi marido, nuestro bebé y nuestro obstetra. Todos me ayudaban a facilitar el camino a nuestro bebé. Sabía que todo iba a salir bien porque los lazos del cariño y del amor eran muy fuertes y nos acompañaban desde el tercer mes de embarazo, mes en el que la, santa, Haptonomía encauzó nuestros sentimientos. La Haptonomía nos ha abierto un mundo apasionante: encauza (insisto) y orienta nuestro amor y cariño hacia el bebé, además de ayudarnos en el momento del parto.

Conforme se acercaba el final del embarazo, todos los ejercicios se orientaron al GRAN MOMENTO. Es como si te quieres ir de viaje a México: inevitablemente debes ir en avión. Pues aquí lo mismo. Si quieres tener hijos debes, además de quedarte embarazada, dar a luz. ¡Sí!, debes pasar por el terrible momento, ése que todas describen como el más doloroso, pero que bueno, pero que al ver al bebé se te olvida. ¿No suena aterrador?. Imposible huir de ese momento si quieres tener al bebé.

Gracias a los ejercicios sabía que todo iría bien, el porqué estaba en los ejercicios: estábamos unidos y preparados.

Los últimos ejercicios, estaban encaminados directamente al GRAN MOMENTO.  Lo ensayábamos: Yon se ponía en un lado, nuestro obstetra al otro y mi bebé y yo debíamos hacer lo que nos decía él. Yo debía acompañar a nuestro bebé en ese duro trance, abrirle camino, darle todo mi apoyo, hacerle saber que no iba a pasar nada malo y que por fin íbamos a vernos. Y el bebé debía seguir el camino, ir hacia la salida, hacer bien los giros y salir.

Soñaba con ese GRAN MOMENTO, hasta que llegó el 19 de julio y sentí que era nuestro día.

Llamé a nuestra matrona y quedamos en el hospital. Cogimos las maletas y acudimos a la cita llenos de ilusión.

Eran las 19:45 de la tarde cuando llegamos. Me dijo la matrona que ya estábamos a punto, así que me ingresó y preparó. Bajamos a la sala de anestesia, pues las contracciones eran seguidas  y pese a haber realizado ejercicios para soportarlas, eran demasiado violentas y dolorosas, así que pedí anestesia epidural. Pues bien, en la sala de anestesia dilaté enseguida, Yon estaba con nosotros cuando llegó por fin nuestro doctor, ya me quedé tranquila porque era viernes por la noche, sin embargo, llegó a tiempo. Bebé y yo respiramos tranquilos,¡ jeje!.

A las 23:10 me llevaron a la sala de partos, pero me dejaron en la misma cama, sí, sí, en la cama en la que me habían bajado de la habitación. Se puso a un lado mi marido, al otro el obstetra, como cuando hacíamos los ejercicios, le dimos amor al bebé, le dijimos que no se preocupara, que estábamos todos con él, que le acompañábamos en ese duro momento, y le invitamos a salir.

Cuando llegaron las contracciones del final ellos me cogían las piernas dobladas por las rodillas, me las sujetaban a la altura adecuada para que yo pudiera acompañar al bebé de la manera más eficaz. La matrona, el anestesista y demás personal que atendía el parto, estaban todos en silencio, expectantes (creo que nunca habían visto un parto así). Yo también estaba expectante, le decía por dentro a mi bebé que estuviera tranquilo, que siguiera el camino al exterior.

¡Ahora!. Levanté las piernas, ellos me las sujetaban, miraba al tocólogo, él me indicaba qué debía hacer, en cada momento, cómo acompañar a mi hijo (por cierto, este era otro ejercicio que había practicado miles de veces, para acompañar en el sentido correcto, ayudando al bebé por el buen camino).

Allí estábamos los cuatro. Nos mirábamos nosotros tres y yo veía los pelillos de mi bebé reflejados en las baldosas de la pared de enfrente. Hasta en eso tuve suerte. En cada contracción todo mi amor, todo nuestro amor a nuestro bebé, que seguía el camino al exterior como un campeón, los pelillos se iban acercando al exterior. El tocólogo y Yon me acompañaban a mí y al bebé, era espectacular la serenidad, la paz que allí estábamos viviendo. Era en exceso emocionante, espectacular. Pensé que faltaba mucho para que el bebé saliera, porque las contracciones eran cortas, levantaba las piernas, me las sujetaban dándome todo su apoyo, yo acompañaba al bebé para que no sufriera. Cuando se pasaba la contracción, bajaba las piernas, nos mirábamos emocionados y expectantes, sonreíamos, me preguntaba el tocólogo si estaba bien, yo le decía que sí, controlaba con la trompetilla que el bebé estuviera bien y seguíamos. Los pelillos ya estaban más cerca del exterior. Yo no sabía que ya quedaba el último esfuerzo. Le dijo a Marta, la matrona, que se pusiera ella en su lugar para él ponerse delante por si debía realizar episiotomía y para poder recibir al bebé. Me seguía "acompañando" e indicando qué debía hacer. Un dolor fuerte, y acompañé en el giro a mi bebé y sentí que se desprendía de mí saliendo del todo. ¿¡Ya!?. ¿¡Tan rápido!?. 23:40 de la noche, nació en veinte minutos, que se me pasaron volando. Miré hacia el bebé, al cual el tocólogo  recibió, él lo sostenía: "¡Aaay! ¿pero si es una niña!. ¡¡Yo la vi primero, gracias Dios mío, es un milagro!!. ¡Qué maravilla!. Ya estaba allí y estaba con gente conocida, no se había sentido sola en ningún momento, ni extraña pese al terrible trance de "separarnos", me la puso sobre mí, le vi la espalda tan bonita, la cogí aúpas, vi su carita de ángel ¡¡pero si es igual que Yon!!. ¡¡Y está bien!! Respiró por primera vez en mis brazos. No le puedo pedir nada más a la vida. No hacía más que reírme de felicidad. El parto, ese GRAN MOMENTO fue lo más emocionante y excitante de mi vida. ¿Entendéis ahora por qué?.

La Haptonomía me ha aportado tranquilidad y serenidad durante todos los días del embarazo y durante el parto. Felicidad profunda que parte de mi interior y que emana y se refleja en todo mi alrededor. Sé que mi hija ha disfrutado de la misma serenidad y la misma felicidad, no sólo durante el embarazo y especialmente en el parto, sino ahora que estamos juntas. La vemos feliz y nos lo hace ser a nosotros.

Resumiendo: el embarazo es la época más feliz de mi vida hasta llegar al parto, que es el culmen del embarazo, indescriptible. El posparto con la niña en casa me ha hecho darme cuenta que antes pensaba que era feliz, ahora sé que lo soy.

ISA

TESTIMONIO DEL PADRE.

El momento del alumbramiento fue simplemente la culminación de todo el trabajo realizado a lo largo del embarazo. Estando los tres presentes en el momento de la transición a otro estado, pero sabiendo que es una transición leve, que seguimos estando juntos y que el apoyo que tenía en el útero lo tendrá ahora afuera, y que los momentos de placer que nos dio dentro de ese útero, nos lo podría seguir dando fuera, Y así ha sido.

YSR,

Zaragoza

Tenemos aquí el comentario de una madre llena de entusiasmo, pero lo importante no es ese entusiasmo y la forma, un tanto exagerada de transmitirlo, sino lo vivido por la pareja durante el acompañamiento haptonómico de su primera hija.

Se trata de un parto realizado en el paritorio de una clínica normal. La madre parió en la misma cama en la que había realizado la dilatación. La matrona, amiga de la madre, no estaba formada en haptonomía. El parto en el paritorio permite reaccionar adecuadamente si ocurre alguna complicación, pero el ambiente de afectividad es el adecuado como lo comenta la madre, esto permite a los padres olvidar que se encuentran en un lugar médico-técnico, para centrase en lo importante: en acompañar a su hijo en ese momento tan importante. Una vez nacido el bebé se pasó a la madre a la mesa de partos para reparar un desgarro de primer grado (una mínima rotura del periné). Aunque se utilizó una analgesia peridural, la madre pudo estar presente para su hijo en todo momento. La analgesia peridural permite, cuando se hace adecuadamente y adaptada a las necesidades de la madre, la evolución normal del parto y que la madre sienta su base en todo momento, por lo que puede acompañar a su hijo en el camino del nacimiento, abriendo su base a medida que progresa el bebé, sin necesidad recurrir a los clásicos pujos en inspiración que transforman al parto en un acto violento. No quiero decir que los pujos forzados sean malos, pero en la mayoría de los partos son innecesarios, su valor reside en algunos partos difíciles en los que es posible acortar el período expulsivo. Un parto con una analgesia demasiado profunda y con unos pujos exagerados se transforma en un "expulsivo abrupto" en el que el bebé es comprimido y llevado al exterior con una fuerza enorme y además hace sufrir extraordinariamente al periné con microdesgarros de sus músculos, a veces no visibles, y que pueden causar disfunciones del suelo pélvico en el futuro, origen de incontinencias urinarias o fecales, de disfunciones sexuales, etc. . Estos esfuerzos cuando no son necesarios son abusivos. En su defensa diré que todos los obstetras y matronas sabemos cuanto nos ayudan estos pujos cuando es preciso extraer al bebé con urgencia y cómo evitan muchas ventosas, fórceps y aún cesáreas. Pero lo que aquí describe la madre no es una extracción fetal, sino un parto en el que la madre acompaña al nacimiento de su hijo en el camino del parto, abriendo su base y permitiendo que el bebé haga por sí mismo todo lo posible para salir al exterior, se trata de un trabajo en común del bebé y de sus padres y no de un expulsivo expulsante, y mucho menos de una extracción artificial. En definitiva se trata de un parto natural, espontáneo, dejando que la naturaleza actúe como tiene previsto. Ayudamos a la madre en lo necesario, pero dejamos que la evolución transcurra de forma natural. La expresión "expulsivo" es por sí misma negativa, ya que aunque es un término médico internacionalmente reconocido implica un aspecto negativo, y lo que aquí describimos es el acompañamiento de un bebé en el camino natural del parto, es decir del paso de su vida intrauterina a una vida extrauterina, lo que es absolutamente normal y fisiológico y en la mayoría de  los casos no precisa de maniobras intempestivas, ni de expulsiones.

Esta madre nos expresa con sencillez y claridad lo sentido a través de las sesiones de Haptonomía, no solamente la felicidad de la comunicación afectiva: "la emoción de estar en contacto con nuestro hijo", el saber que el "bebé siente la necesidad de saberse querido y acompañado, siente la necesidad de comunicarse con nosotros", y también cómo canalizar sus "ganas de saber... en todos los sentidos". Lo que va a permitir que su hijo vaya a ser "un bebé más equilibrado, más estable, más feliz, en el futuro: mejor persona". Finaliza diciendo que: "La Haptonomía es una actitud ante la vida, todo debemos hacerlo bajo la perspectiva del afecto".

Es consciente de la carga que supone el embarazo para la madre y que puede transmitirse al niño, así como para el padre que puede sentirse impotente para resolver esta situación: "las mujeres sentimos toda la carga del bebé, de la maternidad y eso es agobiante". Esta situación cambia gracias al contacto afectivo a la vez que modifica favorablemente las condiciones físicas del embarazo, disminuyendo las molestias y aumentando el confort de la madre: "me ayudó en la evolución de mi cuerpo: ensanchó mis huesos modificando su posición, mejorándola; evitó las varices, la ciática, el lumbago y demás "efectos secundarios" propios del embarazo". Le evita la soledad, le permite dar amor al bebé y recibirlo de él: "sentíamos mucho amor del bebé hacia nosotros y también mucho amor entre nosotros". También nos habla de la independencia (autonomía) que adquiere el bebé gracias al sentimiento de seguridad de base en él instaurado y nos dice una cosa muy importante: comprenden que el bebé es un ser independiente. El padre ocupa el lugar que por naturaleza le corresponde "encontró su lugar tan importante como esencial en el camino de la vida, de nuestra nueva situación".

Comenta cómo lo vivido por ella es muy diferente a lo que le habían comentado otras mujeres de su entorno, y cómo ha comprendido que no se trataba de una simple preparación al parto, sino de algo más amplio: "darle a nuestro bebé una gran estabilidad, amor y cariño antes y después y durante su nacimiento".

Destacamos también la vivencia del acompañamiento integrando al padre para ser tres y no dos, y cómo no le importa saber si es niño o niña antes del parto, porque lo que le importa es quererle por ser quién es: "quererle por ser bebé, no por nada más".

Además sabe que el resultado a obtener no es despreciable: "un bebé más equilibrado, más estable, más feliz, en el futuro: mejor persona". Y para el bebé aporta la gran ventaja de reencontrase con sus padres en el parto, de volver a sentir la calidad del contacto thymotáctil , "... en el momento de nacer va a conocer nuestras manos y va a saber que seguimos a su lado todos...". El bebé así se siente asegurado y confortado, sabiendo que no está sólo,  y puede desarrollar toda su fuerza (vis vitalis) para entrar en la vida y superar esa confrontación que es el parto. La calidad de ese contacto que encontrará tras el parto le servirá para situarse en el nuevo mundo al que ha llegado y saber que en ese mundo nuevo y diferente, también están ellos, los que con tanta solicitud y amor le han acompañado durante el embarazo y eso supone para el bebé una gran tranquilidad.

Comenta también el sentimiento de tranquilidad, estabilidad, de no estar sola en el embarazo y en el parto y cómo eso la iba a ayudar "a facilitar el camino a nuestro bebé". El acompañamiento le da la tranquilidad y la certeza de saber que  "todo iba a salir bien porque los lazos del cariño y del amor eran muy fuertes y nos acompañaban desde el tercer mes de embarazo".

Describe lo que nosotros siempre comentamos: que la Haptonomía nos abre a profesionales y personas acompañadas "un mundo apasionante", mundo que: "encauza y orienta nuestro amor y cariño hacia el bebé, además de ayudarnos en el momento del parto".

La madre llega al momento del parto con un cierto temor por todo lo malo que le han contado: "terrible momento... el más doloroso... suena aterrador... duro trance...", sin embargo, habla del: "GRAN MOMENTO", momento inevitable, pero sabía que: "todo iría bien...  estábamos unidos y preparados... soñaba con ese GRAN MOMENTO... acudimos a la cita llenos de ilusión".

Durante el último período del parto el padre se coloca a un lado de la madre y el tocólogo o la matrona al otro. Cuando llegan las contracciones toman las piernas de la madre en sus brazos, como si de un bebé se tratara y acompañan a la madre a la vez que las eleva suavemente hacia sus hombros, de forma que la madre puede ejercer una leve fuerza en dirección a su cabeza y así asistida por el padre y el profesional va acompañando al bebé hasta la salida. Entre contracción y contracción las piernas reposan alargadas sobre la cama y la madre descansa. En todo momento ella, el padre y el profesional están acompañando al bebé con su presencia.

Destaca "la serenidad, la paz que allí estábamos viviendo. Era en exceso emocionante, espectacular...".

El resto de la descripción del parto lo dejamos a la madre, que es quién mejor lo puede hacer... solo insistir en que la niña "no se había sentido sola en ningún momento, ni extraña pese al terrible trance de separarnos".

También comenta otros beneficios que la madre ha obtenido durante el acompañamiento: "tranquilidad y serenidad durante todos los días del embarazo y durante el parto. Felicidad profunda que parte de mi interior y que emana y se refleja en todo mi alrededor". Beneficios de los que disfruta también su hija:  "Sé que mi hija ha disfrutado de la misma serenidad y la misma felicidad, no sólo durante el embarazo y especialmente en el parto, sino ahora que estamos juntas. La vemos feliz y nos lo hace ser a nosotros".

En cuanto al padre, basta con releer lo ya escrito.

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