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El padre en el parto

 

TESTIMONIO DEL PADRE.

Siempre tuve una especial atracción por los bebés. Recuerdo que cuando hubo algún nacimiento en la familia, renunciaba a mis juegos y amigos para estar contemplando a mi nuevo o nueva prima. También recuerdo que cuando pensaba en mi futuro, al imaginar el matrimonio, lo concebía unido a la idea de tener hijos.
Pues bien, el matrimonio llegó y pese a que no nos ha ido mal, comenzar siempre es difícil: salir de casa, comprar el piso, el trabajo, y por qué no decirlo, acostumbrarse a un tipo de vida que egoístamente te cuesta romper. Por ello durante estos primeros años no nos planteamos la idea de tener un hijo.
Pero aquella atracción y mi idea inicial, no estaban muertas. Lo más curioso es que afloraron en los dos de forma simultánea: “queríamos tener un hijo”. No resultó difícil. Enseguida mi mujer quedó embarazada.
La alegría fue inmensa para todos, pero ahora me doy cuenta que lo triste es que pese a saber que se estaba formando una nueva vida, no era capaz de ver mas que a partir de su futuro nacimiento. ¿Será niño?... ¿Será niña?...¿Su pelo será?...
Decidimos comenzar la preparación al parto. La elección del tipo de preparación no fue difícil, aunque aún desconocíamos el verdadero sentido de la palabra “Haptonomía”. Teníamos algunas referencias, pero creo que una de las cosas que más valorábamos, era la posibilidad de hacer la preparación juntos.
Yo tenía una verdadera obsesión por asistir al parto. Y por otra parte creía tener claro que aquello era cosa de dos, aunque pronto descubrí, por medio de la “Haptonomía”, que realmente “era cosa de tres”.
La entrevista previa, al comienzo de la preparación, me resultó muy interesante. Rápidamente me sentí identificado, como si reviviese en mi cierto instinto, y entonces comprendí que iba a ser una experiencia muy intensa.
Nos fuimos introduciendo poco a poco y lo primero que descubrí fue que mi hija no era algo que iba a ocurrir transcurridos unos meses, sino que ya estaba allí, esperando nuestro cariño, pero no solo para el futuro, sino desde aquel mismo momento, y que ella reaccionaba a nuestras muestras de afecto.
La reacción fue inmediata. Tuve un cambio de actitud. Tenía que conseguir una perfecta compenetración con mi mujer y mi hija. Desde ese momento, comencé a disfrutar intensamente de aquellos momentos, que en realidad los tres disfrutamos, y que pude vivir gracias a la “Haptonomía”.
La “Haptonomía” pues, dio un enfoque totalmente distinto, más humano, más positivo a mi vida, muy distinto a lo que había leído en distintos artículos o a las experiencias personales de compañeros y amigos.
El tiempo fue pasando y poco a poco nos íbamos enganchando más y más. Ya habíamos comprendido que cuanto mejor fuese nuestra relación, mejor nos entendiésemos, más fácil resultaría afrontar el camino de nuestra hija hacia la luz.
Con las ideas muy claras, sabiendo lo que queríamos y con la mente en nuestra hija, afrontamos el inicio del parto. Sabíamos que la culminación era el encuentro. Allí estábamos los tres, pese  que el entorno no nos era favorable, pues las  personas que “en teoría ayudarían” no eran capaces de entrar en aquel círculo que formábamos los tres; era como hablar otro idioma. Pese a las múltiples interferencias, no fueron capaces de romper nuestro pacto, aunque tengo que reconocer que hubo momentos tensos.
Por suerte se incorporó como observadora la persona que nos había iniciado en “Haptonomía” y que tan bien nos había sabido guiar, quien hizo lo posible por hacer ver a los médicos cuáles eran nuestras intenciones.
Ya en la sala de partos, la impaciencia de aquellos Doctores, hizo que en algún instante dejase de disfrutar el momento, aunque tengo que reconocer que en todo el tiempo estuve con ellas.
Ver nacer a mi hija, estando allí a su lado, junto a ellas, apoyando, colaborando... ha sido la experiencia más maravillosa (quizá me quedo corto) que he vivido. Y aún más. Cuando pienso, me siento satisfecho de haber contribuido a que naciese de forma natural sin dejarla un solo momento en ese corto, pero difícil, camino hacia el exterior.
Gracias a la “Haptonomía”, he conocido a mi hija, me he comunicado con ella, le he transmitido mi afecto mucho antes del parto, que ha supuesto la culminación de nuestra relación: “El Encuentro”.


 Gracias, nunca te olvidaremos.    

       Luis, el padre  de Sara
 UVIÉU.-     Principau d’Asturies.


TESTIMONIO DE LA MADRE.

Cuando me enteré que estaba embarazada, me llené de ilusiones y proyectos, planifiqué un montón de cosas, pero también empecé a hacerme un sinfín de preguntas. Buscando respuestas e intentando comprender un poco más lo que me estaba pasando, leía todo lo que caía en mis manos: libros, revistas, escuchaba los múltiples comentarios y experiencias de amigos, parientes, conocidos...
Fue en una de estas revistas donde leí un artículo que hablaba del contacto afectivo con tu hijo antes de su nacimiento, a través del tacto. Unos meses antes, una amiga había dado a luz y había asistido a una preparación en la que se hacían sesiones de “haptonomía”.
Yo tenía muy claro que quería asistir a una preparación al parto, pero todo lo que conocía y de lo que me habían hablado, era de las clases de gimnasia y respiraciones, por decirlo de alguna manera. El padre no figuraba por ninguna parte, al bebé ni se le nombraba, conocimiento de lo que es un embarazo y un parto y de lo que pasa tampoco. Lo único que tenían en común todas ellas, era la idea de que la madre pasase todo aquello “soportando menos dolor”, gracias a una respiración adecuada.
Decidí asistir a una preparación por “haptonomía”.
Ya después de la primera charla, quedé impresionada. Aquello sí era una preparación. Todo cambió desde ese momento. El embarazo, mi hija, se convirtieron en el centro del mundo. Sara pasó a ser el objetivo primero y último de todas mis actuaciones. Íbamos a trabajar, a pasear, al cine; hablábamos muchísimo, si estábamos solas, pues solas y si estaba su papá, los tres. Así poco a poco, fueron transcurriendo los días de este maravilloso embarazo.
En el momento de contar esta experiencia, Sara solo tiene cuatro días. ¡Pero hace tanto que estamos juntas!...
Mi actitud ante el embarazo y sobre todo ante el parto, cambió totalmente. Me olvidé por completo del “yo”, para dar paso al “nosotros”, y más aún, para dar paso al “tú”, mi precioso bebé.
Cada día dedico unos momentos a recordar el parto. No quiero que se me llegue a olvidar el más mínimo detalle.
No encuentro palabras para describir el momento de encontrarme con Sara, fue algo único, irrepetible, fantástico... El ver a aquella niña encima de mí y sentir que era mía, el oírla llorar o verla moverse o chupar el pecho. Nunca me había sentido tan feliz, tan llena de vida...
Todo ello fue posible gracias a la “haptonomía”.
Mi más profundo agradecimiento para esa maravillosa mujer que me la dio a conocer. Con todo mi cariño.

      Isabel, la madre de Sara
            UVIÉU.-   Principau d’Asturies.

 

COMENTARIO: Este padre nos manifiesta en primer lugar que lo que más valoró, junto a su pareja fue la posibilidad de hacer algo juntos, y no como en las preparaciones al parto clásicas, en las que el papel del padre se ve muy limitado. Este descubrimiento le permite integrarse plenamente para constituir la tríada afectiva "... era cosa de tres ...". Su interés por participar en el parto queda patente, así como la vivencia de una experiencia íntima de comunicación afectiva que "... dió un enfoque totalmente distinto, más humano, más positivo a mi vida ...". Manifiesta que era "... como hablar otro idioma ..." y cómo los profesionales que asistieron el parto, no formados en haptonomía no perturbaron casi en nada su acompañamiento. A pesar de que el parto se produce en condiciones "técnicas" no existe abandono del bebé y resulta "... la experiencia más maravillosa ... que he vivido" y como pueden acompañar a su hija "... sin dejarla un solo momento en ese corto, pero difícil, camino hacia el exterior".

La madre que ha buscado información en libros y revistas y se hace "... un sinfín de preguntas ..." descubre que en ella prácticamente no se hace referencia al padre y casi tampoco al bebé: "Lo único que tenían en común todas ellas, era que la madre pasase todo aquello 'soportando menos dolor', gracias a una respiración adecuada".
Descubre la tríada afectiva, "... me olvidé del 'yo', para dar paso al 'nosotros'.
Y todo ello da paso al "... tú ...", permitiendo así que el bebé desarrolle su propia autonomía.
Finalmente el sentimiento de completitud aparece: "Nunca me había sentido tan feliz, tan llena de vida...", lo que afianza la confirmación de su femineidad.

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