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Evitar el suicidio

Mi vida no tenía sentido, había llegado al límite. Todo iba mal y no podía seguir así. Nada tenía sentido y decidí acabar con todo.
Cuando me desperté en la UVI del hospital al que me llevaron, me sentí mal por mi fracaso, ni siquiera sabía quitarme de en medio, pero pronto lo volvería a intentar.
Todo cambió cuando inicié las sesiones de haptopsicoterapia, desde la primera sentí que había otra forma de estar en el mundo, de enfrentar la realidad, una luz de esperanza se mostraba, habría encontrado el camino bueno?. Él me dijo que eso era la seguridad de base, no lo entendí muy bien pero sí que lo sentí, y me llamó mucho la atención que me dijera que esa facultad estaba en mí y que era yo quién la desarrollaría, con su ayuda, pero era mía.
Ilusionada fui a la segunda sesión con aquel hombre que hablaba poco pero que me hacía sentir segura de mí y fuerte.
En la segunda noté que mi cuerpo y mi ser parecían fundirse en una sola cosa y que todo comenzaba a tener sentido, un sentido que yo había perdido. Algo estaba cambiando en mí, de una forma sencilla y muy rápida, pronto dejé de pensar en el suicidio y darme otra oportunidad.
Tras la tercera sesión me dijo que no habría más sesiones, que yo era libre de decidir si quería seguir esta terapia o acabar con ella, por lo que no me daba una nueva cita y dejaba que fuera yo quién lo meditara en casa y tomara la decisión libremente, sin imposiciones. Esto me pareció mal, era como si él pensase que yo tenía ya suficiente, pero estaba claro que mi nueva situación era inestable. ¿Me abandonaba a mi suerte?...
Me explicó que la haptonomía desarrolla en las personas la autonomía, y que por eso era yo quién tenía que decidir si seguía o no. Si con las tres sesiones iniciales tenía suficiente o necesitaba más. Me dijo que esas tres sesiones eran para descubrir mis facultades, que podría ser que me fuera suficiente, o que hubiera descubierto que esa terapia no me servía, o por el contrarío deseaba seguirla en otras sesiones cuyo ritmo lo pondría yo. No me abandonada, me responsabilizaba de mi propio tratamiento. Esto me pareció, tras la explicación, de una honradez extrema, no pretendía engancharme en el tratamiento, al contrario era yo quién tomaba las riendas de mi vida.
Me sentía libre y segura y por fin podía hacer un proyecto de futuro. Decidí pedir una nueva cita ilusionada por un lado y algo dudosa, porque hasta ahora, en las tres sesiones hechas, no habíamos hablado nada de suicidio, ni de mí, se había limitado a desarrollar mis propias facultades de seguridad, confianza, autonomía…

Seguimos con sesiones semanales en las que él la seguridad que él me aportaba yo me sentía libre de hablar de mis cosas anteriores con total naturalidad, sin pasar el mal trago al que me enfrentaba en otros tipos de terapia, en los que metían el dedo en la llaga y me iba triste y mal e incluso salieron cosas que no recordaba y no había tratado en otras terapias, cosas muy fuertes y que me habían complicado la vida. Pero al contrario que en otras terapias él no se metía dentro de ellas, sólo me decía: has dicho algo muy importante y seguía un silencio en el que yo me sentía muy bien y notaba cómo las cosas se iban poniendo en su sitio.
Deseaba que el tiempo pasara rápido para ir a una nueva sesión.
Tras unas diez sesiones le dije que me sentía muy bien y que habían desaparecido todos los temores. ¡Cómo era posible en tan poco tiempo!
Espaciamos las sesiones a una al mes y enseguida me dóo el alta. Me dijo que si tenía necesidad podría llamarle y hacer una sesión de refuerzo. Y aunque me gustaría no he tenido necesidad.
Mi vida ha cambiado, ahora soy feliz. He encontrado a un novio que me hace feliz. Han pasado varios años y el suicidio es un amargo recuerdo que cada vez está más lejos.

AMPG, 2005

COMENTARIO: Aunque según las más recientes estadísticas se suicida una sola mujer por cada cuatro hombres, los intentos son cuatro veces superiores en las mujeres. Esto manifiesta un grave problema que afecta a  los familiares que viven en un constante sobresalto. Además se está observando un incremento alarmante de los suicidios en los jóvenes. No vamos a analizar aquí las causas de este comportamiento, sino el abordaje terápico original propuesto por la haptopsicoterapia.
La resolución se hizo de forma rápida, desde las primeras sesiones, la paciente experimentó un renovado interés por su vida y volvió a buscar trabajo. Era muy inteligente y comprendía bien los conceptos y las implicaciones de las sesiones. Su vida recobró sentido y volvió a salir con amigas y amigos. Y a disfrutar de la vida.
Un día me comentó su deseo de vivir sola, de emanciparse. Sus padres se oponían, ya que ello suponía perder el control de la “chica” y temían que no fuera capaz de vivir sola y ocuparse de su vida. Le pusieron muchos impedimentos. Pero había madurado mucho y tenía las cosas muy claras, por lo que, a la vista de su autonomía recuperada, la animé a hacerlo.
Todo esto coincidió con la emancipación que mostró ser eficaz en la pronta resolución del conflicto.

 

 

 

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