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Bebé con trastorno de conducta

Mi hijo empezó a partir del año a llorar mucho y a despertarse todas las noches. El pedíatra me dijo que no le pasaba nada, que estaba sano y que no debía preocuparme, pero yo si me preocupaba. Un bebé que hasta entonces era feliz y dormía estupendamente, se comportaba anormalmente.
Acudí a un haptoterapeuta, yo sola, pues mi marido no confiaba en esta técnica.
El primer día acudí sola y le comenté el problema. Me dijo que se ocuparía, pero que necesitaba la colaboración del padre. Haríamos una sesión con el padre y el bebé. Pude convencer a mi marido, no sin esfuerzo. Me habló de los síndromes de aniversario y me preguntó cómo había sido el parto. Una cesárea de urgencia en la que yo había pasado muchísimo miedo.
Por fin llegó el día de la sesión, el haptoterapeuta explicó a mi marido lo que íbamos a hacer en la sesión. Lucas, mi hijo ponía unos ojos grandísimos como si entendiera todo lo que éste hombre decía. Luego tomó a Lucas, tras pedirnos permiso y lo sentó en sus rodillas, hacia afuera, mirándonos. Era un momento mágico… parecía como si en su amor, este hombre inundara toda la habitación, mi marido que hasta entonces estaba un poco expectante y poco colaborador cambió su actitud. Él empezó a hablarnos a nosotros y a Lucas del embarazo y de la cesárea y se dirigía a Lucas cómo si pudiera entenderle, explicándole que era el héroe de una gran aventura en la que sus papás y él lo habían pasado muy mal pero que al final todo había ido muy bien y que había sido muy valiente al superar todo esto.
Lucas nos miraba y le miraba con gran asombro, como si entendiera todo. ¿Cómo era posible que un niño de un año entendiera todo? No lo sé, es un misterio, pero a partir de ese momento mi hijo volvió a dormir bien. ¡Y con una sola sesión!

Madre de Lucas
Zaragoza, 2009

COMENTARIO: Se trata de un caso típico de síndrome de aniversario. Es decir cuando se cumple el aniversario de un hecho vivido con gran angustia pueden quedar marcas que se manifiestan con conflictos.
Destacamos que los niños de esta edad y aún más pequeños son capaces de escuchar lo que les decimos con gran atención (“mi hijo ponía unos ojos grandísimos como si entendiera todo lo que éste hombre decía.”).
No es que entiendan lo que les decimos, lo que ocurre es que saben que estamos hablando de algo trascendental para su vida.
La madre nos dice que “Era un momento mágico…” y lo es, la presencia desplegada por el haptoterapeuta impregna todo el ambiente y aporta una seguridad de base esencial para los padres y el niño. El tono de representación de los tres se modifica, sobre todo el del niño que es capaz de integrar la situación, lo que resulta terápico.
Este caso es idéntico a uno que nos comentó la Dra. Catherine DOLTO, haptoterapeuta de París por lo que actué de igual manera que ella nos enseñó durante mi formación.


Rogamos encarecidamente que los lectores se abstengan de imitar lo aquí relatado, ya que sin una formación profunda en haptonomía constituiría una grave irresponsabilidad de consecuencias probablemente nefastas. Solo tras una larga formación los profesionales de la salud humana pueden afrontar estas terapias. Se trata de ética y deontología, ya que si el tratamiento parece sencillo, no se puede realizar sin disponer de las facultades afectivas necesarias.

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