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Retraso de crecimiento intrauterino

MONITORIZACIÓN FETAL BASAL Y HAPTONOMÍA.

Como en anteriores ocasiones, hemos podido constatar la influencia negativa que nuestras acciones médico-técnicas pueden tener sobre la mujer gestante, sobre su hijo y sobre toda la familia. Muchas mujeres que llegan al final del embarazo, presentan trazados de monitorización fetal no estresante (test basal) aceptables y con un número de movimientos fetales que consideramos normal. Pero a partir del momento en que son sometidas a este control, y más frecuentemente, cuando el padre no manifiesta su presencia, o cuando está realmente ausente, la movilidad del niño disminuye y el registro muestra una evidente disminución de la reactividad fetal, sin que haya una causa patológica que lo justifique. Creemos que este comportamiento “pseudopatológico” se debe en gran medida a un cierto estado de angustia de la madre que bloquea toda posibilidad de comunicación entre madre e hijo. Atribuimos este estado de “escasa reactividad fetal” a períodos de descanso del bebé, que cuando son demasiado largos – más de diez minutos - nos hacen intentar despertar al bebé mediante diferentes maniobras: en primer lugar cabe intentar el decúbito lateral, pero si no resulta eficaz podemos intentar: movimientos exteriores, flexiones de la madre para causar una cierta hipoxia que haga reaccionar al bebé, perfusiones de glucosa, alimentos azucarados, estimulaciones luminosas o acústicas mediante altavoces, etc. Si el bebé reacciona con un aumento de su reactividad, movimientos espontáneos, variabilidad de la línea de base, etc. consideramos la situación como normal.

Gráfico 1

En los registros que presentamos a continuación podemos observar claramente una disminución de la reactividad fetal y del número de movimientos fetales detectados por la madre y marcados por una línea vertical que la madre hace al pulsar un botón cuando nota que el bebé se mueve. Basta con tranquilizar a la madre e invitarla a establecer un contacto afectivo con su hijo para que el registro cambie radicalmente y el bebé comience a moverse. El inicio de este contacto afectivo se indica por la letra “H”. En todos los casos se trata de madres que no conocían el acompañamiento afectivo haptonómico y en los que el resto del embarazo, parto y postparto evolucionaron normalmente con niños que nacieron con un test de Apgar normal y que no presentaron ninguna complicación en su evolución posterior.

Gráfico 2


Podemos constatar cómo unos registros que normalmente hubieran sido calificados de  patológicos, al durar más de diez minutos, y nos hubieran obligado a realizar maniobras más o menos intempestivas e incluso alguna que otra cesárea; se transforman en normales con una simple intervención haptonómica que en estos casos permite evaluar correctamente un test basal, y evitar un error de interpretación diagnóstica que hubiera podido tener consecuencias negativas para la madre o el bebé. La Haptonomía muestra aquí, una vez más, su colaboración con la medicina técnica y lejos de oponerse a ella, nos sirve para que nuestro diagnóstico sea más preciso y por ello, por qué no decirlo sin rubor alguno, más precioso.
Presentamos a continuación algunos ejemplos (Gráficos 1 a 4), pero lo más valioso, para mí, es el testimonio de una madre que transcribimos a continuación y que describe sus sensaciones a este respecto.


Gráfico 3

Se trata de una primigesta, de 26 años, diagnosticada de hipotrofia fetal (retardo del crecimiento fetal) y hospitalizada en la maternidad para vigilar el embarazo.

“Los diversos registros del monitor obstétrico a los que fui sometida no eran buenos, ya que el bebé no se movía. Sin embargo, fuera de los momentos de observación médica, sí lo hacía. Yo empezaba a inquietarme.
Mi regreso a casa, dependía de la última monitorización. ¡Y henos aquí, mi hijo y yo, intentando obtener un buen resultado para poder volver a casa lo más rápido posible!.
Los primeros minutos fueron desesperantes. En estos momentos me acordé de las enseñanzas de mi haptoterapeuta, basadas en la comunicación afectiva haptonómica madre-hijo, a través de la utilización de dos elementos indispensables: el tacto, es decir, las manos, y todo mi amor hacia mi bebé. A medida que los días pasaban, “el aprendizaje” se perfeccionaba: estaba emocionada, los resultados me erizaban los pelos. La comunicación con mi bebé era perfecta, podía comunicarme con él, antes del nacimiento.
Me consideraba una madre privilegiada.
Esa mañana, mientras me realizaban este último test antes de decidir mi alta hospitalaria, no me lo pensé dos veces: puse mis dos manos en contacto con él. Mi vientre se volvía suave y tierno.
No es necesario repetir aquí las palabras de amor que empleé en ese momento… Le pedía, de tiempo en tiempo, que no retirase su corazón de mi mano derecha y que se moviera.
La matrona estaba sorprendida, porque durante una veintena de minutos, el ritmo del corazón de mi bebé no desfalleció un sólo instante, y la calidad del registro no tenía nada que ver con los anteriores.
No se trata de magia, ni de brujería. Tal vez sea el azar, pero yo deseaba testimoniar mi experiencia”.


M.R.
Zaragoza, abril de 1994

Hay que destacar que esta madre no habla del padre, él se encontraba ausente durante la realización de la monitorización.
Gráfico 4

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